lunes, 31 de agosto de 2009

Detrás del Plan Colombia

Por Matías Noli

Desde hace tiempo que los ojos de América Latina apuntan a Colombia, pero a partir de los últimos sucesos lo único que pueden observar es como se despliega silenciosamente la imagen de la amenaza: la Cancillería colombiana acaba de confirmar el principio de acuerdo para siete bases de Estados Unidos en el país.
Las consecuencias retumbaron mediáticamente en todo el continente y, como era de esperar, dispararon fuegos en todas las direcciones: Uribe no asistió a la cumbre de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) en Quito; paralelamente se difundió un oportuno video donde el lider de las FARC hablaba de la supuesta entrega de 400 mil dólares para la campaña electoral de Rafael Correa; en tanto, los gobiernos de Chile, Uruguay, Paraguay y Brasil se pronunciaron con timidez acerca de las bases y decidieron respetar la soberanía colombiana; Perú, en cambio, respaldó la iniciativa con firmeza, mientras que Argentina y Bolivia expresaron una enérgica negativa; Chavez, con su tono habitual radicalizado, gritó que era inminente una ruptura de relaciones con Colombia y que prácticamente le estaban declarando la guerra a Venezuela. Más tarde, por el elevado nivel de tensión que se generó, se programó una sesión extraordinaria del Unasur en Bariloche, a la qué Uribe dijo que sí concurrirá, pero que eso no significará ninguna condición para su acuerdo con Estados Unidos.
Mientras Latinoamérica se divide a sí misma, en Colombia se sigue desarrollando, como desde hace diez años, un plan pensado en el norte, pero que lleva su nombre. El Plan Colombia nace en Washington en 1999, a mediados de la segunda era Clinton, como un proyecto que tenía, por un lado, el objetivo de ayudar militarmente al gobierno para controlar el sur del país y terminar con la guerrilla -las FARC-, y, fundamentalmente, erradicar el narcotráfico del país, que en ese momento era el mayor productor mundial de cocaína; y Estados Unidos, el mayor consumidor. Para la Casa Blanca de entonces Colombia atravesaba “una crisis Narcótica, militar y económica que debía resolverse”.
Hoy, a diez años del lanzamiento del plan y luego de que entre Estados Unidos y Colombia se invirtiera una cifra cercana a los diez mil millones de dólares, la situación es casi idéntica: Colombia sigue siendo el mayor proveedor del mundo de Cocaína, y Estados Unidos es el primer comprador. La diferencia sustancial es que la región se ha convertido en la zona más militarizada de Latinoamérica, con un presupuesto de seguridad que llega al 5 % su producto bruto interno, y donde el ejército norteamericamo se mueve con total libertad: moviliza oficialmente a 800 soldados y 600 civiles, y extraoficialmente a miles de mercenarios de origen extranjero que pertenecen a Sociedades Militares Privadas (SMP). Según el reciente acuerdo, a ese despliegue se le sumará la capacidad de operar en siete bases militares, tres aéreas y cuatro de inteligencia. La primera pregunta que surge es: ¿Por qué Estados Unidos pretende la extensión de un plan que no ha podido satisfacer en lo más mínimo sus objetivos iniciales de terminar con la droga y la guerrilla, sino que, por el contrario, se han sostenido? Las causas, como en todo proyecto imperial, se pueden desdoblar en dos dimensiones posibles que funcionan como interfases: la económica y la geopolítica.
El escritor argentino Leon Pomer, especialista en Historia Latinoaméricana, entiende que la lucha contra el narcotráfico es un formidable pretexto que esconde el posicionamiento del imperio norteamericano en la región: “Toda la experiencia histórica demuestra que las bases de Estados Unidos son bases de poder que pueden eventualmente ser utilizadas contra otros paises; la sola presencia de esas bases es un elemento de agresion”. Uno de los principales países blanco de esa agresión es Venezuela, que comparte 1800 kilómetros de frontera con Colombia. “Sumadas a las de Barbados, la de El Salvador y Honduras –continúa Pomer- las nuevas bases terminan de rodear a Chávez”. De hecho, todas las bases programadas en el acuerdo están en posiciones estratégicas: la de Palanquero, por ejemplo, en la que se invirtirán exclusivamente 46 millones de dólares, permite cubrir todo el área del pacífico y que las aeronaves que despeguen de allí lleguen a culaquier punto cardinal en menos de 15 minutos; o la de Malambo, ubicada a menos de veinte minutos de Caracas y siete de Maracay, la base más importante de Venezuela. El escritor y periodista venezolano Modesto Guerro resalta, en este sentido, que para Estados Unidos es de vital importancia aislar los componentes de la región rebeldes a su poderío: “Para el imeperio es importante que se mantenga contenidio el proceso revolucionario en Venezuela y que no se comunique con las FARC, que aún en su descomposición es una fuerza importante. Cuando los campesinos y los indígenas colombianos dejen de estar pasivos, y comience un proceso revolucionario, puede generar una conexión con Venezuela que es peligrosa.”
Otro de los factores estrictamente geopolíticos del Plan son los recursos naturales y enérgeticos. Para Guerrero “ningún imperio sobrevive sin recursos; para expendirse necesita crear extensiones, condiciones, bases necesarias”. Y una de sus necesidades es el petroleo. “En la Faja del Orinoco –subraya- está la más grande reserva del planeta, que ocupa un 76% del territorio de Venezuela y el resto de Colombia.” Pero ese no es el Único bien deseado. “También busca el agua y la biodiversidad, que significa la riqueza en animales y plantas, sobre todo la Amazonia, que es una fuente inagotable de vegetales terapeúticos que los nativos vienen utilzando hace siglos y que las compañías farmaceúticas lo convierten en pildoritas y lo comercializan por todo el mundo”, completa Pomer.
Hasta aquí las razones políticas y geopolíticas principales que se esconden detrás de una virtual invasión del suelo Latinoamericano por parte de Estados Unidos, en el marco del Plan Colombia. Fuero de eso, lo que existen son dos negocios multimillonarios: la droga y las armas.
El narcotráfico mueve en Estados Unidos alrededor de 200 mil millones de dólares al año, de los cuáles la mitad corresponde exclusivamente a la cocaína, que es en un 72% producida en Colombia. De cada 100 dólares que paga un consumidor final estaodounidense para comprar una cantidad x de la sustancia, 85 se quedan en los bancos del norte y sólo el 2% terminan en el campesino colombiano que la cultiva. Todo el Plan esta inutilmente enfocado en ese 2% que se queda en Colombia para que los esfuerzos no afecten en nada la estructura de la droga, sino que, como indica Guerrero, funcione como regulador de esa millonaria ganancia para Estados Unidos: “Esta interesado en controlar el narcotrafico, ésto es así desde que en los años sesenta se convirtiera en industria el negocio de la droga relacionado con la banca.” La ganancia se genera porque el precio de la cocaína sube desde que sale de Colombia hasta que llega a las calles de Nueva York: pasa por Panama, Guatemala y México, y su valor aumenta 55 veces. Entonces, el dominio de ese mercado se vuelve indispensable. Guerrero postula dos razones: “Como la cadena del negocio mudial de la droga comienza en las calles de Estados Unidos, para ellos hay dos problemas: primero, monopolizar ese flujo de dinero para asegurarse internamente y, en segundo lugar, impedir que el negocio del narcotrafico, como en los años treinta, le sirva a sectores militares de izquierda o a gobiernos de izquierda”. Así Norteamérica logra que queden 100 mil millones de dólares al año puertas adentro y fuera del alance de las fuerzas enemigas.
Por otra lado, el avance militar también tiene su costado ganancial en el negocio de las armas, un punto donde convergen los intereses del ejército colombiano con la fuerza del norte: la industria armamentística como tal necesita un reciclaje permanente del stock, de otra forma se devalúa. Ya que en América Latina no hay situaciones de guerra estable como ocurre en Medio Oriente o en África, se necesitan crear situaciones bélicas para que no disminuyan la tasa de producción, y por extensión la ganancia.“Esa industria no sólo la compone el aparato militar metálico que se manufactura en el norte, es esencialmente una cadena de servicios que incluye, entre otras cosas, el salario. El sueldo de un soldado colombiano es el doble o el triple de cualquier otro latinoamericano porque está en constante estado de guerra: gana 25 mil dolares al mes, cuando uno argentino, por ejemplo, cobra 890 dólares”, indica Guerrero, remarcando uno de los beneficios concretos de la clase militar colombiana.
Entonces, el narcotráfico y las armas funcionan a la vez como causa y como efecto, como problema y como solución, como justificadores de intervenciones militares y como fuentes de ganancias multimillonarias. Al controlar los diferentes polos de esos elementos, Estados Unidos se asegura un cuadro de situación que no sólo es redituable económicamente, sino que su continuidad supone, colateralmente, la posibilidad real de que Estados Unidos se instale en la región y tenga al alcance sus recursos naturales. La interrelación entre la lucha contra la droga y el posicionamiento geopolítico es tal, que en la misma semana que se firmó el principio de acuerdo de las siete bases militares para Estados Unidos, la oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito anunció, con la fuerza de bombos y platillos, que los cultivos de coca en Colombia habían bajado un 18% en relación al 2007, cuando en realidad el decrecimiento no llegaba a cubrir el aumento del 27 % de ese año con respecto al 2006; y si se toman los últimos seis años, del 2003 a hoy, se encuentra una media de 85 mil hectáreas cultivadas, anulando una supuesta baja que no afecta en absoluta una gran estabilidad en el tiempo. Y justamente de eso se trata el Plan Colombia, de estabilidad: mientras se puedan sostener en el tiempo, el espacio, y en el imaginario del pueblo latinoamericano, la figura de la droga como un negocio perpetuamente combatido, y la guerrilla como una amenaza terrorista que es causa todos los males, quedará sellada una pantalla circular que encierra acciones imperiales; una falsa imagen, que silenciosamente se despliega por el continente.

Ley de servicios audiovisuales

La propuesta llegó al Parlamento

Observatorio de Medios de la UTPBA

La Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires –UTPBA- y su Observatorio de Medios Político, Social y Cultural, saludan y acompañan el envío del proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual al ámbito del Congreso Nacional.

En representación de la organización de los Periodistas, Trabajadores de Prensa y Comunicadores Sociales, Lidia Fagale, Secretaria General Adjunta y Responsable del Observatorio de Medios y Beatriz Chisleanschi, Secretaria de Organización, estuvieron presentes en el acto que encabezara en el Salón de las Mujeres de Casa de Gobierno, la presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner.

La lucha del conjunto de los periodistas y comunicadores sociales por reemplazar la ley 22.285 de la dictadura y las enmiendas que, en pleno proceso democrático, favorecieron la concentración monopólica de los Medios de Comunicación, data desde la apertura democrática, en 1983 y se mantuvo presente a lo largo de todos estos años.

Un paso más

Después de 28 años de reiterados reclamos y propuestas para regular la radio y la televisión en Argentina, finalmente,el 27 de agosto y, en coincidencia con la celebración del día de la radiodifusión, el Gobierno anunció la presentación al parlamento de la propuesta de ley de servicios audiovisuales que reemplaza al marco normativo impuesto por la dictadura militar (1976-1982).

El texto original presentado en la Ciudad de la Plata en marzo de este año –que fue acompañado por la UTPBA- tuvo alrededor de cincuenta modificaciones a instancias de las observaciones y señalamientos realizados por distintas organizaciones sociales, sindicales, políticas, de derechos humanos, cooperativas, medios comunitarios, universitarios, entre otros, en el marco de los 24 foros realizados para su debate y auspiciados por 11 gobernaciones y 25 universidades nacionales.

Los cambios más trascendentes fueron los vinculados al período que establecía el proyecto original para la revisión de licencias cada dos años, la convivencia entre cooperativas de servicios públicos y distribuidoras de TV por cable de alcance local en el interior, así como el desembarco de las telefónicas a la comunicación audiovisual y la regulación para el triple play.

Se destacan, entre las propuestas, los cambios introducidos para ampliar y garantizar los derechos de los pueblos originarios, darle un alcance más federal a la Defensoría del Público y declarar el espectro radioeléctrico como un bien público.

La Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires que ha sido, entre otros, un actor fundamental en el reclamo, las propuestas y el marco conceptual desde donde había que concebir un nuevo marco regulatorio para el ámbito audiovisual nacional, no sólo da la bienvenida a la iniciativa, como lo hizo en otras oportunidades, sino que en nombre de la historia de lucha de miles de trabajadores de prensa y comunicadores a los que representa y de su coherencia histórica vuelve a decir, como siempre, "La Peor Opinión es el Silencio y la Peor actitud es la Indiferencia". Así como sostenemos que No hay Democracia Informativa sin Democracia Económica. Esa es la lucha hoy, la de ayer y la de siempre. Y este es un paso más.

Principales modificaciones al texto original de la propuesta de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual

- Revisión de licencias. El artículo 38, en su redacción original, dispone que cada dos años se revisarán las licencias en poder de los adjudicatarios. La constatación bianual tendrá como único objetivo garantizar la pluralidad y limitar la concentración.
- Diferencias entre cableoperadores locales y cooperativas de servicios públicos. El artículo 23 excluye a las prestadoras de servicios públicos de la posibilidad de ofrecer comunicación audiovisual. En el artículo 25 se plantean las excepciones a esa regla. Se establece que las personas de existencia ideal sin fines de lucro, como las cooperativas, pueden dar esos servicios pero con una condición: antes deben solicitar un dictamen a la Comisión de Defensa de la Competencia, dado que las cooperativas no pueden quedarse con más del 35% del mercado.
- El triple play. La posibilidad de las telefónicas de brindar Internet, teléfono y cable en un mismo soporte, podrá ser viable si puede demostrar que el 70% de su capital es de origen argentino, entre otras exigencias.

Proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual

La batalla contra los monopolios mediáticos en la Argentina ha recrudecido. Tras la fuerte jugada que realizara el Gobierno al generar la quita de exclusividad de transmisión del fútbol que ostentaba una de las empresas del grupo Clarín, la Presidenta Cristina Fernández realizó la presentación oficial del Proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual ante el Congreso Nacional.

La iniciativa claramente intenta redistribuir de una manera más equitativa el poder en cuanto a la capacidad de comunicación y expresión para los argentinos. A partir de esto, resulta más que evidente que los medios de comunicación privados han salido a desacreditar el proyecto (muy lejos de informar, claro), asociados con la oposición que tiene intereses directos y posesiones en los periódicos y emisoras.

En esta guerra de mentiras disparadas desde los canales de televisión, la radio, las revistas y periódicos, resulta imposible informarse. Ningún ciudadano sensato se atrevería a oponerse a la modificación de la ley vigente (escrita en la dictadura) si conociera mínimamente la esencia de la moción de reforma.

Por esto publicamos a continuación un cuadro comparativo, para ayudar al entendimiento general.

Click en la imagen para agrandar

Para quienes quieran descargar el proyecto completo aquí va un link de descarga directa:

Descargar Proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual

En la página ocho del texto figura un cuadro comparativo mucho más profundo para quienes estén aún más interesados.

Es urgente redistribuir la palabra

Por Sergio Peralta


Pocas veces, la República Argentina se ha visto atravesada, como lo está siendo hoy, por aires que tienden a desvirtuar la información o “en el mejor de los casos a callarla”. Los mal llamados medios de comunicación, son empresas económicas y financieras que usan a sus distintas patas elefantiásicas apoyadas en lo gráfico, lo radial, lo televisivo, lo digital, para fijar posiciones que tienen más que ver con los intereses empresariales que con la misión de informar.

Toman posiciones y modelan el relato de la gente de una manera tosca y descarada. La comunicación de las acciones públicas no tienen modo de llegar y dependen de los humores y de la trama de los multimedios. De esta forma el sujeto social se ve imposibilitado de defender los cambios que favorecen a sus intereses.

Pero para entender de alguna manera el proceso deberíamos darle una mirada al origen más reciente de la causa. Seguramente la punta del ovillo se pierde en los primeros pasos del país. Contarlo excede largamente el espacio de esta escritura y la paciencia del que lee esto.

La sociedad argentina se vio desbastada por la década del 90. Los diez años de Carlos Saúl Menem al frente del Ejecutivo Nacional llevaron al país al borde de la dependencia económica-financiera de las angurrientas empresas multinacionales. Claro está que sin el nefasto accionar de los militares y civiles genocidas que participaron del golpe de 1976 hubiese sido imposible llevar adelante la implantación del modelo neoliberal que se venía perfilando

Nos creímos en el primer mundo, en su discurso triunfante, el Gobierno hizo de la mente de no pocos argentinos una caja llena de especies de la India, los bolsillos llenos de galletas de Viena. El lomo a la pimienta era solamente lomo si la pimienta era de Cayena. Nunca hubo tantas zapatillas importadas, ni tantos perfumes franceses, ni tantos argentinos viajando por el mundo gastando los pesos que valían uno a uno con el dólar. Los medios masivos de comunicación alentaban la gran fiesta. Sus dueños pasaron a ser socios de empresas que nada tenía que ver con la información. Los periodistas estrellas, chupa medias del poder, viajaban en aviones privados, privados de toda ética profesional, privados de todo sentido de autocrítica. Claro, el banquete estaba servido y había muchas servilletas para ponerse al cuello. Nuevamente estábamos a la búsqueda de Trapalanda, la mítica ciudad de los Césares que los invasores coloniales soñaban encontrar en la inmensa Cordillera de Los Andes. El individualismo fue uno de los objetivos a cumplir, el plan necesitaba de gente sola, como objeto social, para aplicarse.

Con la debacle generada por el Presidente De La Rúa, la Argentina quedó en la calle. Nunca un apellido significó tanto una situación. Bajamos por un tobogán y nos vimos parados en Latinoamérica. Éramos nuevamente “sudacas”, adiós brillos. Claro que aquellos que tenían en su poder la pasta de pulir se quedaron con todo la que pudieron y más.

Cuando asumió Néstor Kirchner como presidente, había perdido con Carlos Saúl Menem, los argentinos habían vuelto a votar al artífice del país de cartón pintado. Es esta una clara muestra de cómo los medios asociados a quién los había favorecido anteriormente, trabajaron sistemáticamente para instalar en el imaginario colectivo la figura exitosa de “su candidato” y lograr que nuevamente se votara como consideraban favorable a sus “necesidades”. Menem, sabedor de que en segunda vuelta perdía decidió no presentarse.

La política llevada adelante, primero por Néstor Kirchner y luego profundizada por Cristina Fernández ha hecho que lo más rancio de la sociedad argentina se sienta molesta. Los intereses de la gauchocrasia tienen un sentido opuesto al del resto de la sociedad. Y es que han logrado sumar en su disputa a sectores que jamás pisaron una bosta de vaca.

En este contexto los medios de comunicación se sumaron a la coerción de los prepotentes “estancieros”. La lógica los obliga a sumarse, es que revuelto entre tetas de vacas, camiones llenos de soja y campos brillantes de trigo, viene peleando por salir una nueva Ley de Servicios Audiovisuales.

No es casual esta preocupación, el discurso del amo necesita de una voz, de unos ojos para poder imponerse. La legislación en materia de comunicación pertenece a la última dictadura militar, no solo es anacrónica por lo anticuada sino que es la expresión de un grupo cívico militar que definió el funcionamiento de todo el esquema comunicacional del país.

La voluntad política del gobierno de Cristina Fernández se vio expresada al presentar este año en un Teatro de la ciudad de La Plata el texto de la nueva Ley de Servicios Audiovisuales. Posteriormente se han debatido en 22 foros de discusión a lo largo y ancho del país su contenido, se han hecho aportes que enriquecen esta Ley y ahora esperamos la presentación Legislativa.

Uno de los pilares del proyecto político actual es la redistribución de la riqueza. Para ser coherente con él es necesario redistribuir LA PALABRA. Es este el invento más útil y hermoso que el ser humano pudo generar.

Sergio Peralta - Alai


Yo me visto en… Democracia

Por Gabriela Castro

¿Qué se debe hacer cuando las cosas triviales de la vida pasan a primer plano sobre lo importante? Esto es algo que me pregunto una y otra vez cuando analizo la realidad argentina y veo como los medios se dedican a atacar al gobierno no por sus actos sino por lo que los rodea.
Hoy en día parece ser más importante si la Presidenta Cristina Fernández de Kichner se viste con ropa de diseñadores o si usa carteras de las primeras marcas, antes que la realidad del país. Lo más llamativo de todo esto es que antes nadie preguntaba donde se vestían los presidentes, mientras que en la actualidad esto parece un tema de estado, como si los anteriores mandatarios hubiesen gobernado por cuatro años en ojotas.

Esta insistencia de la sociedad por estos temas surge desde los medios que se encargan de darle prioridad en sus primeras planas y forman las opiniones de quienes los consumen.
No llama la atención prender la televisión al mediodía y escuchar a la periodista política Mirtha Legrand - Ah! ¿Cómo?… ¿no es periodista política?- hablar sobre la presidenta tildándola entre otras cosas de autoritaria, vaya paradoja que la señora de los almuerzos use ese adjetivo calificativo siendo la reina del autoritarismo. O también es muy normal escuchar “La presidenta se la pasa viajando”, cuando en realidad lo que no se dice es que esos viajes que realiza son por ejemplo para mediar en la situación de Honduras o para pedir que tanto los laboratorios de Argentina como los de Brasil queden librados de los derechos de patentes para que puedan fabricar las vacunas contra la gripe A, porque los países del primer mundo ya compraron todos los medicamentos para sus ciudadanos.

Este comentario no busca hacer una defensa de la Presidenta de los argentinos, simplemente tiene como objetivo generar conciencia para aprender a escuchar y elegir como y donde informarnos. Obviamente que el Gobierno tiene aciertos y desaciertos y que tal vez uno piensa que las cosas se podrían hacer de otra manera, pero eso no quita que no debamos analizar que la información que se expone en radios, diarios y televisión estén contaminados por los intereses económicos de los medios argentinos.
Muchos de los comunicadores locales siempre manejaron la opinión de los ciudadanos y pusieron a la gente a favor o en contra del gobierno de turno, sin que nadie sospechara que lo único que defendían eran los intereses propios. ¿Dónde estaba toda esta gente que hoy se queja a viva voz en los noventa?

Por todo lo que inculcaron los medios durante estos años que lleva el gobierno de mandato parece dentro de la sociedad que estar de acuerdo con las medidas que se toman, como la ley de radiodifusión o que el fútbol sea para todos, es mala palabra. Y esto nace porque el principal medio consumido por los argentinos es del monopolio más perjudicado por estas nuevas leyes.

Lo más grave de todo esto es tener que escuchar de quienes nos rodean la peligrosa frase “Ojala que no termine el mandato”, que triste es esto. Se ve que todavía no aprendimos lo valiosa que es la democracia, que los presidentes puedan gobernar con errores o aciertos, que todos podamos elegir lo que queremos para nuestra vida y pensar como queramos.
Evidentemente este país no tiene memoria, por eso pronuncia esas frases a la ligera y no recuerda que con palabras como esas y con la falta de tolerancia ante el pensamiento del otro se llegó a la dictadura más sangrienta de este país, que se llevó la vida de 30.000 personas, que eran hijos, padres, amigos, hermanos, primos y nietos.
Ojala que todos aprendamos a valorar la libertad que tenemos hoy en día, a quejarnos si es necesario sin caer en la manipulación de los monopolios y a no atentar contra la democracia que tanto nos costó obtener.

Sobre el manejo de la información


Por Silvina Idiart


Durante el receso sanitario determinado en Buenos Aires a causa de la gripe porcina, prolongado por las vacaciones invernales, tuve oportunidad de ver el documental Zeitgeist. En casi la última parte del mismo, se desarrolla una fuerte hipótesis sobre los shows televisivos. Dicen que aquellos programas de entretenimientos han sido creados para que la gente no piense, para que tengan sus mentes ocupadas con el fin de sostener la conquista de los grandes (el poder).

Es importante en este momento que despertemos a la realidad y que entendamos que la gente que trata de mantener imperios y crear imperios lo hacen manipulando a la gente a través de la conquista. La tecnología avanza y con ella el ofrecimiento de un sinnúmero de consolas de juegos. Se presentan en diferentes formatos y son cada vez más atractivas, modernas, rápidas y complejas.

Casualmente, me llamó la atención un artículo en la sección Cultura del diario La Nación del viernes 14 de agosto y quiero compartirlo con los lectores. Lo firma la periodista Susana Reinoso, es acerca de una investigación realizada por un profesor de la Universidad de Palermo y se titula: “En un año, cada persona ve unas 1.500 horas de TV, y aumenta el tiempo que los más jóvenes dedican a las pantallas digitales”.

Transcribiré una de sus partes más significativas para que saquen sus propias conclusiones. “Un argentino medio mira 1.500 horas de TV y escucha 1.300 horas de radio por año. Además, invierte 150 horas frente a las pantallas, sean éstas computadoras o dispositivos de telefonía celular. En igual período una persona destina 150 horas al año a la lectura de diarios, y 100 a las revistas”.

Los resultados reflejan que la gente muestra más disposición por ser entretenida que por estar informada, hay una gran desventaja entre el tiempo que se dedica a los entretenimientos que el dedicado a recibir información a través de los diferentes medios. Y es allí donde encontramos la forma de evadir a la gente. Estamos saturados de sistemas de entretenimientos masivos por todos lados. Hay gente que le viene muy bien que la mayoría de la población esté entretenida jugando a algo distinto, dispersa en otra cosa y desviando la atención de los temas que realmente lo merecen.

Contacto: sadarim.miradas@gmail.com