
Más cómodamente instalados que “brillantes”, tienen la certeza de que si esos inferiores, llegasen a gozar de lo que ellos gozan, no solo perderían sus privilegios, sino que esos inferiores –y más por ellos su preocupación-, la tutela desinteresada que ejercen los de su clase sobre estos “pequeñitos” que no sabrían que hacer con su nueva condición de libres.
El pensamiento revolucionario, al que usualmente se le equipara con “izquierda”, y se identifica históricamente con el rojo, aunque alguna columnista alerte histéricamente a los lectores para ponerle “ojo” al “rojo” como si esto fuera el color de diablo -aunque así lo han de estimar estos por ese cariz supersticioso en que se basan la mayoría de sus juicios- trata de combatir esos elementos.

Lo que pasa en la mancillada Honduras, es más de eso mismo. El pueblo, esa mayoría pobre e ignorante, ha optado por preguntarse por qué no pueden tener un futuro mejor. No lo conocen a ciencia cierta; apenas se abrió una rendija por donde entró a borbotones la esperanza de una vida más digna y feliz y el pueblo quiere ver y experimentarla en carne viva. Por eso, a pesar de sufrir las agresiones de los intolerantes, de los “adoradores” del inmovilismo, quieren deleitarse con el paisaje total.

No obstante, esa verdad como el sol, saben que no es compartida por los que hoy se niegan a abrazar el futuro. Los que se niegan a abandonar el ancla. Los que defienden esa vetusta fortaleza con la fuerza de las armas y la superchería. Tan aterrorizados están que, a pesar de tener la ilusión de estar fuera y tener en sus manos la vida y la muerte de miles, están presos en su mazmorra mental, desarmados de valor y humanidad.

¿Cómo señalarles que esos que consideran “bárbaros” ya están dentro? El Imperio ya no tiene razón de ser y al igual que en aquellos viejos tiempos, los libertos son los que reconfiguran ya la nueva forma de hacer y pensar. Esos bárbaros que igual que aquellos llevaron su luz y nuevas verdades. Mientras Europa se fortificó y explotaba en miles de pedazos, los otros pueblos avanzaron en su gloria. Las ideas iban y venían. Y, no fue por los “bárbaros”, sino por los feudales que éstas se frenaron ante las murallas del Viejo Mundo; y, si no hubiera sido por el Renacimiento alimentado desde el sur y el oriente, la anquilosada Europa no hubiera salido del oscurantismo.
Hoy, igual que ayer, es tiempo de Renacimiento. Algunos reinos medievales quedan, pero no serán más que tamo que arrebata el viento ante el avance de las nuevas ideas, que traen, de jinetes a la hermandad y la dignidad, y de estandarte, al socialismo. Y, vienen, igual que ayer, subiendo desde el sur.
* Carlos Maldonado es Coordinador de Comunicación del Frente Popular por la Soberanía, la Dignidad y la Solidaridad. Guatemala.
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