martes, 28 de junio de 2011

Exageración de un fanático

Por Juanjo Aguilera

A veces cuesta entender, porque suena descabellado, que el fútbol es una representación casi teatral de la vida real. Si este criterio es bien comprendido sería muy útil para resolver cuestiones sociales. En esa puesta en escena deportiva muchas veces olvidamos el sentido de los clubes, el origen como entidades sociales.
¿Cómo se hace para llevar al fracaso y a la quiebra a un gigante? ¿Estará la respuesta en lo que todavía quedó de una Argentina con “empresarios” que ocuparon lugares que no les correspondían? ¿Por qué todavía está aceptado que una entidad social se maneje como una empresa?
Intermediarios que venden trabajadores (disfrazados de dioses del deporte) al exterior por millones que, mágicamente, nunca solucionan apremios económicos de los clubes.
Políticos salvadores que impulsan sus intereses desde el lugar que debería ocupar un socio apasionado por su gente y sus colores.
Chicos que vienen y van, que ya no sueñan con salir campeones del mundo con la Selección, sino ser millonarios en Europa con un “gato” enroscado al cuello.
Miles de tipos cagados de hambre celebrando el gesto de un jugador al presidente de un club tras hacer un gol por la disputa de un contrato millonario.
Otros miles de tipos que gritan goles de equipos extranjeros, sin darse cuenta de que esos triunfos significan la derrota de sus barrios, de sus corazones y sus colores.
Un continente (ya no un país) que envía lo mejor que tiene al viejo mundo, para que los reyes formen sus elencos circenses y se deleiten, a cambio de un poco de dinero que disfrutarán unos pocos negociantes.
Derechos de transmisión privados (por suerte hoy cayeron aquí) que hicieron creer a muchos que lo lógico era pagarle a algunos para poder ver lo que era de todos.
Dirigentes dictadores que acomodan el juego y sus jueces a sus intereses personales.
Una linda parodia de la crisis del 2001 en la que todo colapsa, en la que ya nada puede seguir disfrazado, en la que los que llenaron sus bolsillos están ocultos e impunes.
¿Es tan loco el planteo o esto se asemeja a un estilo en decadencia de lo que fueron ciertas “democracias” corruptas latinoamericanas?
A nosotros nos queda aprender que los clubes son nuestros, son sociedades sin fines de lucro (o deben serlo) tal como las pensaron sus fundadores. Son del común de la gente, para beneficio de ese colectivo, y no de unos pocos.
A los más chiquitos les seguiremos diciendo que sueñen, que si el equipo gana o pierde es porque jugó bien o mal, que los Reyes Magos… Papá Noel existe (perdón, había olvidado que cambiamos por la tradición capitalista).
Bueno, tal vez esté exagerando y me guío por mis pasiones. Tal vez mi equipo perdió porque trató mal la pelota. Seguro, estoy equivocado y es solo un juego.
Debo ser yo el que piensa que se cambió la idea de “mente sana en cuerpo sano” para una sociedad, por el concepto de “panza llena corazón contento” para unos pocos.
Contacto: sadarim.miradas@gmail.com