jueves, 11 de junio de 2009

Miradas



Por Juanjo Aguilera

A modo de editorial...


La objetividad es un horizonte, y como tal, una línea imaginaria. Es contradictorio llegar a ese paraíso utópico si el punto de partida es un sujeto. Sin embargo, en los primeros pasos se le enseña a todo periodista o comunicador que alcanzar esta meta es la primera condición para ser un profesional honorable.

Sería bueno corregir este postulado y encuadrarlo en una condición más humana y menos hipócrita. Entonces podríamos remplazar el término por una de las palabras más bonitas que tiene nuestra lengua: honestidad.

Quienes trabajamos con información debemos sincerarnos y dejar de correr tras esa zanahoria atada por delante de nuestras narices. Son nuestros recortes acerca de la realidad, en pasado, presente y futuro, los que ayudarán al resto a orientarse correctamente en este mundo salvaje, si es que somos sinceros.

La opinión y el análisis bien estructurados y elaborados a conciencia, son tan necesarios como las frías noticias y las crudas estadísticas o los miles de datos que circulan día a día en los océanos informativos.

A no rasgarse las vestiduras, la idea aquí planteada no implica tratar al público de ignorante. Hasta ahora nadie puede meterse en la mente de otro para conducir sus designios. Por el momento el poder sólo puede utilizar (que no es poco, claro) los medios para inducir, sembrando pistas falsas, balanceando verdades con versiones improbables; o mintiendo que es más importante la cobertura de un cotejo deportivo en nuestro país y merece más atención que una guerra al otro lado del mundo ya que, “objetivamente”, le interesa a más gente.

La propuesta concretamente es aportar voces sin intereses ocultos para que podamos elaborar pensamientos más claros. Ayudarnos a levantar la cabeza para observar hacia dónde estamos corriendo y corregir nuestra dirección si es necesario.

Ante esta idea casi sacrílega para lo establecido por los viejos y queridos maestros del periodismo, alguien podría entrar en pánico e indignarse por este ataque a la “realidad, que se alcanza únicamente escuchando las dos campanas”. Nadie está proponiendo recortar verdades; por lo contrario, todas las voces tienen que ser escuchadas. Todas.

Nada por qué inquietarse, tengamos en cuenta que muchas veces la mentira opera desde supuestas versiones encontradas.

Recordemos, la muerte no tiene dos campanas, la tortura, el hambre, la explotación, la miseria en todas sus expresiones, no tienen dos campanas; el genocidio no tiene dos campanas.

Los Reyes Magos partieron hace mucho, y es más, objetivamente, no nos consta que hayan existido.

© Copyright, Juan José Aguilera

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