lunes, 9 de noviembre de 2009

Muros II

Por Juanjo Aguilera

Siempre es bueno celebrar, aunque las corporaciones se prendan al exitismo y aprovechen para hacer marketing.

Hoy se cumplen veinte años de la caída del Muro de Berlín, acontecimiento de simbolizó la reunificación de las dos Alemanias impunemente divididas en nombre de la pacificación.

Pero más que brindar por el recuerdo del fin de una etapa oscura, sería oportuno aprovechar esta fecha para reflexionar. La intención no es aguar la fiesta, sino utilizarla para que nuestra mente no quede estancada en maravillosas imágenes de conciertos y fuegos de artificio transmitidos por tv.

Existen muchos muros concretos que no vemos o no quieren que veamos. ¿Cuántos podríamos enumerar? El de Cisjordania, construido por el gobierno de Israel para cercar aún más a los palestinos; el de Estados Unidos al sur, para aislarse de hambre sudaca; los que aíslan villas, favelas y cantegriles en el sur de América para que la “gente” no vea la miseria de quienes no son “nadie”… ¿cuántos más seríamos capaces de recordar?

Si hasta la Muralla China es visitada por cientos de miles de turistas al año, sin que al menos alguien pueda abstraerse del espectáculo que propone la “maravilla arquitectónica” para pensar el verdadero significado de esa catastrófica construcción levantada por los intereses políticos de la antigüedad.

Nada puede hacer el ciudadano común en lo inmediato. Pero sí hoy mismo podemos comenzar a derribar otras paredes, esas que no vemos y levantamos día a día dentro de nosotros: los muros interiores.

Cada vez que nos apartamos de los demás levantamos muros. Cada vez que se discrimina al otro por negro, blanco, amarillo, pobre o la ridícula excusa que fuere, agregamos bloques y cemento. Ladrillos que no se ven pero que golpean duramente a todos y justifican el horror de los imperios. Cemento que fragua atrapando nuestros pies y nos hunde en el fondo del río, nos sumerge en la verdadera miseria humana.

Cada vez que nos plegamos a la desmemoria que proponen los poderosos agregamos arena y cal a la estructura perversa. Cada vez que nos dejamos manipular por intereses políticos y olvidamos todos los muros que hay por desarmar en el mundo agregamos una pieza al cerco.

Cuantas alambradas somos capaces de percibir en el infinito de nuestro inconciente.

Muros interiores, muros del dolor…

Hace veinte años cayó el Muro de Berlín, símbolo de la guerra fría entre los que querían dividirse el mundo. Es fecha de recuerdo, de conmemoración, celebremos entonces… una nueva oportunidad para derribar la infamia.

Contacto: sadarim.miradas@gmail.com