lunes, 31 de agosto de 2009

Es urgente redistribuir la palabra

Por Sergio Peralta


Pocas veces, la República Argentina se ha visto atravesada, como lo está siendo hoy, por aires que tienden a desvirtuar la información o “en el mejor de los casos a callarla”. Los mal llamados medios de comunicación, son empresas económicas y financieras que usan a sus distintas patas elefantiásicas apoyadas en lo gráfico, lo radial, lo televisivo, lo digital, para fijar posiciones que tienen más que ver con los intereses empresariales que con la misión de informar.

Toman posiciones y modelan el relato de la gente de una manera tosca y descarada. La comunicación de las acciones públicas no tienen modo de llegar y dependen de los humores y de la trama de los multimedios. De esta forma el sujeto social se ve imposibilitado de defender los cambios que favorecen a sus intereses.

Pero para entender de alguna manera el proceso deberíamos darle una mirada al origen más reciente de la causa. Seguramente la punta del ovillo se pierde en los primeros pasos del país. Contarlo excede largamente el espacio de esta escritura y la paciencia del que lee esto.

La sociedad argentina se vio desbastada por la década del 90. Los diez años de Carlos Saúl Menem al frente del Ejecutivo Nacional llevaron al país al borde de la dependencia económica-financiera de las angurrientas empresas multinacionales. Claro está que sin el nefasto accionar de los militares y civiles genocidas que participaron del golpe de 1976 hubiese sido imposible llevar adelante la implantación del modelo neoliberal que se venía perfilando

Nos creímos en el primer mundo, en su discurso triunfante, el Gobierno hizo de la mente de no pocos argentinos una caja llena de especies de la India, los bolsillos llenos de galletas de Viena. El lomo a la pimienta era solamente lomo si la pimienta era de Cayena. Nunca hubo tantas zapatillas importadas, ni tantos perfumes franceses, ni tantos argentinos viajando por el mundo gastando los pesos que valían uno a uno con el dólar. Los medios masivos de comunicación alentaban la gran fiesta. Sus dueños pasaron a ser socios de empresas que nada tenía que ver con la información. Los periodistas estrellas, chupa medias del poder, viajaban en aviones privados, privados de toda ética profesional, privados de todo sentido de autocrítica. Claro, el banquete estaba servido y había muchas servilletas para ponerse al cuello. Nuevamente estábamos a la búsqueda de Trapalanda, la mítica ciudad de los Césares que los invasores coloniales soñaban encontrar en la inmensa Cordillera de Los Andes. El individualismo fue uno de los objetivos a cumplir, el plan necesitaba de gente sola, como objeto social, para aplicarse.

Con la debacle generada por el Presidente De La Rúa, la Argentina quedó en la calle. Nunca un apellido significó tanto una situación. Bajamos por un tobogán y nos vimos parados en Latinoamérica. Éramos nuevamente “sudacas”, adiós brillos. Claro que aquellos que tenían en su poder la pasta de pulir se quedaron con todo la que pudieron y más.

Cuando asumió Néstor Kirchner como presidente, había perdido con Carlos Saúl Menem, los argentinos habían vuelto a votar al artífice del país de cartón pintado. Es esta una clara muestra de cómo los medios asociados a quién los había favorecido anteriormente, trabajaron sistemáticamente para instalar en el imaginario colectivo la figura exitosa de “su candidato” y lograr que nuevamente se votara como consideraban favorable a sus “necesidades”. Menem, sabedor de que en segunda vuelta perdía decidió no presentarse.

La política llevada adelante, primero por Néstor Kirchner y luego profundizada por Cristina Fernández ha hecho que lo más rancio de la sociedad argentina se sienta molesta. Los intereses de la gauchocrasia tienen un sentido opuesto al del resto de la sociedad. Y es que han logrado sumar en su disputa a sectores que jamás pisaron una bosta de vaca.

En este contexto los medios de comunicación se sumaron a la coerción de los prepotentes “estancieros”. La lógica los obliga a sumarse, es que revuelto entre tetas de vacas, camiones llenos de soja y campos brillantes de trigo, viene peleando por salir una nueva Ley de Servicios Audiovisuales.

No es casual esta preocupación, el discurso del amo necesita de una voz, de unos ojos para poder imponerse. La legislación en materia de comunicación pertenece a la última dictadura militar, no solo es anacrónica por lo anticuada sino que es la expresión de un grupo cívico militar que definió el funcionamiento de todo el esquema comunicacional del país.

La voluntad política del gobierno de Cristina Fernández se vio expresada al presentar este año en un Teatro de la ciudad de La Plata el texto de la nueva Ley de Servicios Audiovisuales. Posteriormente se han debatido en 22 foros de discusión a lo largo y ancho del país su contenido, se han hecho aportes que enriquecen esta Ley y ahora esperamos la presentación Legislativa.

Uno de los pilares del proyecto político actual es la redistribución de la riqueza. Para ser coherente con él es necesario redistribuir LA PALABRA. Es este el invento más útil y hermoso que el ser humano pudo generar.

Sergio Peralta - Alai


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